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Retos   Fundación para la Diabetes

Niños, diabetes y deporte

Jaume Picazos Cardò Por: Jaume Picazos Cardò
Licenciado en Educación Física, Entrenador Nacional de Atletismo
Fecha:

1. Tipos de actividad física y deporte

En general, las situaciones que se presentan al practicar una actividad física son difíciles de prever y medir, algo que en este período de vida todavía es más difícil.

La inseguridad y temores de los padres y del mismo niño son constantes, pensamos que el niño no se vale por sí mismo, y nos preguntamos a partir de qué momento podremos decir que es autónomo, a partir de qué momento no sufriremos por él, cuándo estaré tranquilo sin estar cerca de él,… Son preguntas que los padres se realizan de forma continua y que durante el ejercicio físico fuera del control directo de los padres se acentúa.

Niño y diabetes bien controlada, de antemano puede parecer incompatible, pero sólo puede parecerlo o ser una realidad, depende de muchos factores; de entre todos los factores hay uno que no podemos evitar y es que es un niño.

A menudo nos encontramos con las tres "I" delante de la actividad física: Imprevisible, Inexacto, Impreciso.

Imprevisible, porque se puede presentar de forma imprevista, sobretodo en períodos vacacionales en los que los niños pueden quedar de forma espontánea para jugar a cualquier momento, en el día a día, puede ser después del colegio cuando están con otros niños,…

Inexacto, porque puede carecer de parámetros que nosotros precisamos para saber, más o menos, qué necesita para comer, para inyectarse, no sabemos el tiempo que va durar, a qué intensidad va a jugar, cuánto va a entrenar,…

Impreciso, por las mismas razones expuestas en los dos casos anteriores no tenemos la precisión sobre la respuesta y las necesidades que se pueden presentar a lo largo de la práctica deportiva.

Todo esto podría parecer como un alegato para que el niño no hiciera nada, bien al contrario, si somos capaces de vivir con naturalidad toda esta serie de situaciones o inconvenientes que se nos pueden presentar, estamos haciendo un ejercicio de superación de dificultades y de normalidad respecto a la convivencia con los demás y un excelente camino de aprendizaje del control de nuestra enfermedad.

Es difícil cuantificar y clasificar la cantidad de movimiento que puede hacer un niño, en un intento para conseguirlo muestro esta relación que puede sernos útil y que contempla las situaciones en que la actividad física aparece en la vida cotidiana del niño y son clasificables según la intensidad, intencionalidad y contexto donde se practica:

1.1. Educación física escolar.

Este es el entorno en el cual podemos tener un elevado control de la situación, sabemos a qué hora lo realiza, cuánto dura, con quién, dónde, cómo…; podemos todavía tener un mayor control preguntando con antelación cuçando se realizarán las clases de mayor intensidad, por ejemplo, pruebas de resistencia para poder tomar las medidas oportunas, un mayor ajuste de insulina si fuera necesario o la ingesta de algún suplemento.

Aprovecho al hablar del mundo escolar para recordar que a lo largo del período de escolarización, debemos informar al centro, y en especial al profesorado que está en contacto con el niño, de cuestiones básicas que pueden surgir en clase, por ejemplo, el hecho de mostrar algún día más necesidad de lo habitual para ir al lavabo, el tener que tomar algún suplemento en clase fuera del horario habitual del recreo o tener que realizar alguna glucemia. Al respecto, recordamos que algunas autonomías tienen establecido protocolos o guías de actuación del niño con diabetes en la escuela.

1.2. Actividad física cotidiana.

Aquí dependerá de la suma de horas en que el niño está en activo, son actividades que requieren cierto movimiento pero no pueden clasificarse como actividad deportiva, entendiendo los desplazamientos a pie para ir al colegio, comprar o ayudar en casa, jardín, huerto, … 

En general presenta poca relevancia respecto a variaciones significativas en el tratamiento, es decir, no precisa de modificaciones de pauta de insulina ni suplementos por el esfuerzo realizado. Recordamos que siempre puede presentarse una hipoglucemia que se nos escapa al control, no por la actividad física en sí, sino por olvidarnos de comer adecuadamente o bien habernos inyectado más insulina de la cuenta,…

1.3. Deporte libre no regulado ni reglado, juego en la calle.

Con frecuencia es en este apartado donde aparece la actividad de forma más inesperada, el niño no sabe cuánto va a jugar, ni a qué intensidad, si acabarán pronto o más tarde. 

Sobre todo en las épocas vacacionales es cuando puede ser el apartado que ocupe más actividad física de la jornada.

1.4. Deporte en gimnasios o similares.

Aquí la actividad puede estar regulada en tiempo e intensidad al practicar una actividad ya planificada, el control es mayor y las medidas de seguridad están presentes (monitor, comida y bebida cerca, material diabetológico a mano,…)

1.5. Deporte federado.

En este apartado es donde parece que los niños se lo toman más en serio, lo cual no tendría que suponer que descuidamos la atención en los otros apartados.

El hecho de entrenar para competir, y en especial en el momento de la competición, estimula para estar más “preocupado”, cuando debería ser un control o seguimiento más preciso pero no una preocupación.

En estas edades vamos a dar por generalizado que las competiciones son a nivel escolar y a nivel comarcal y que priorizamos la educación y formación como persona y deportista, dentro de este contexto aprenderemos a controlarnos primero en el entreno y después en la competición.

Otros apartados que podrían presentar algunas particularidades: Colonias, actividades de esquí, acampadas, intercambios, excursiones, actividades en el mar, actividades en altitud, actividades con frío, actividades con calor,…

También indicar que es un poco más previsible la actividad física, el juego,… en entornos muy urbanos, en comparación con hábitats más rurales o con presencia de mayores espacios naturales.

2. Diferencias del niño frente al deporte en comparación con el adulto

Hablo de diferencias, no de carencias, porque es algo que es innato a este período de nuestra vida y que forma parte de nuestro sistema de formación y crecimiento. 

Principales puntos diferenciadores:

Evidentemente todos vemos diferencias cronológicas, fisiológicas, sicológicas, sociales,…

El niño está supeditado legalmente a los padres, familia y es menor de edad.

Previsión, el niño suele carecer de precisión en su previsión, sobre todo a medio y corto plazo, aquí los padres, como en la mayoría de los siguientes puntos, han de ejercer su poder como educadores y formadores, de aquí la importancia de una buena formación e información de los padres.

Autocontrol, el niño todavía no suele haber desarrollado un buen autocontrol. Incluso a veces nos encontramos con el chantaje emocional que ejecutan los niños sobre los padres con el rechazo a controlarse, o pincharse, o hartarse de golosinas, o…

Menor experiencia, evidentemente lo que sabrás sobre tu enfermedad de aquí a unos años siempre será más que lo que sabes ahora. 

Autonomía contrastada del adulto que ya conoce y ha probado frente al niño, que no tiene esos niveles de autonomía que le pueden permitir ser libre e independiente totalmente.

Autosuficiencia contrastada del adulto frente al niño que está en constantes pruebas y errores, y carece de los medios para ser autosuficiente, tiene una dependencia intrínseca de su familia.

Más medios y oportunidades del adulto que tiene más ofertas de actividades sociales, deportivas, y dispone de las ocasiones que él planifica para ocupar su tiempo de ocio,…

El niño no tiene permiso para realizar muchas cosas, y necesita de la previa autorización, el adulto ya no precisa de autorización para la elección del tipo de actividad, deporte,… 

El niño no puede o no debe hacer según qué actividades, en muchos casos es así, pero ojo con no estar informados suficientemente y estar limitando de oportunidades a los niños, por ejemplo, hay algunas prácticas deportivas que en años pasados se prohibían sin ningún fundamento que lo respaldara y que hoy en día está constatado que no tienen ninguna contraindicación por tener diabetes.

Descubrimiento constante del niño, el niño está en constantes fases de crecimiento, unas más exponenciales que otras, pero en una u otra edad es como una esponja que absorbe todas las vivencias, experiencias, técnicas, es un momento ideal para que adquiera las bases del deporte, de hecho según que modalidades deportivas ahora es el momento oportuno. 

Miedo a lo desconocido por el niño, todavía no sabemos las posibilidades del cuerpo y a los resultados que nos pueden llevar, así mismo también estamos cada vez afinando más en el control de la diabetes, todo ello puede, a veces, producir cierto temor ante lo desconocido. 

A medida que crecemos vamos conociendo mejor el comportamiento del cuerpo y también sus respuestas, así que parece se vuelve más regular su comportamiento con la edad, no olvidemos que a estas edades el factor hormonal está muy presente.

Los cambios en las subidas y bajadas de las glucemias suelen ser más rápidas en el niño que en un adulto.

En los niños, las complicaciones asociadas con la diabetes que pueden limitar algún deporte no suelen estar presentes, con lo cual disponemos de pleno potencial para la práctica deportiva.

La percepción de los síntomas de una hipoglucemia están más perceptibles y más variados que en la fase adulta o cuando llevamos muchos años con diabetes, lo cual a estas edades es una ventaja para la detección de una hipoglucemia.

La presencia de los padres es una constante, los acompañan al entreno, a la competición,… miremos que esto sea un aliciente y no una carga, que sea un apoyo y no una tortura, cuántos padres sólo quieren ver en su hijo un futuro famoso campeón.

3. Decálogo para el niño con diabetes que practica deporte

A modo de resumen de los aspectos anteriores podemos establecer unos puntos que deberíamos tener en cuenta a la hora de la práctica deportiva.

  1. Ser “consciente” (aprender a darse cuenta de la realidad) que al practicar deporte tiene un compañero que se llama diabetes.
     
  2. Puedo hacer deporte y debo hacer deporte, por lo tanto pondré todos los medios posibles para practicarlo con regularidad.
     
  3. El glucómetro es mi reloj, me dice a qué hora-glucemia estoy, cuánto dura y cuándo acabo. Registrar nuestras glucemias al hacer las actividades deportivas nos da una autoguía para poder tomar determinaciones cada vez más precisas, por tanto, el medirse las glucemias será una constante. No olvidarnos de mirar los cuerpos cetónicos cuando así lo precisemos, en los casos de hiperglucemia nos permitirán tomar decisiones más ajustadas.
     
  4. La insulina me permite que mis músculos trabajen, no he de olvidarla. Recordar que las necesidades de la insulina pueden variar en función del tipo y duración del ejercicio, también el post-efecto del deporte puede prevalecer durante más tiempo e inducirnos a efectos hipoglucemiantes tardíos.
    El glucagón debe estar localizado y localizable, botiquín-nevera del colegio, club,….
    No dejar de lado las hiperglucemias que también pueden ser limitantes, a veces pensamos que estar muy altos impedirá tener hipoglucemias y nos da una falsa seguridad.
     
  5. La comida y la bebida deben acompañarte para hacer deporte, puede que necesite comer antes, si lo necesito comeré o beberé durante la actividad física y al acabar quizás deba suplementar o no según el esfuerzo realizado.
     
  6. Cada día no tiene porqué ser igual y las diferencias no nos deben desmotivar, lo positivo será que me puedo manejar igualmente si estoy alto como si estoy bajo, podemos establecer una comparación como cuándo puedo hacer deporte aunque llueva o haga calor. Lo que sí intentaremos es prever, anticiparse en la medida que sea posible para saber el tipo y cantidad de actividad física que vamos a realizar, recabar información de nuestro entrenador, profesor de educación física,…
     
  7. Seguridad, informar a los compañeros, una pulsera identificativa o similar facilita las cosas en caso de emergencia, los teléfonos móviles permiten estar en contacto permanente en caso de necesidad y localizables, GPS,… en este apartado las nuevas tecnologías han facilitado mucho en prestaciones y servicios impensables hace muy poco. Recordar que si por lo que sea no podemos continuar entrenando, compitiendo, jugando,… que una retirada a tiempo es una victoria.
     
  8. Avisar de la actividad a realizar, dónde, con quién, duración, como en el apartado anterior los teléfonos móviles tienen toda una serie de prestaciones que nos pueden ayudar, sobretodo en la adolescencia que es cuando empezamos a tomar iniciativa propia y nos independizamos de la familia que hasta ahora estaba presente de forma casi constante.
     
  9. Tratamiento, seguir el tratamiento y actualizarlo constantemente, seguro que las pautas y necesidades irán cambiando conforme crecemos, ojo con aquellos períodos de rebeldía que pueden aparecer durante los cuales el niño o adolescente pueden saltarse parte del tratamiento, no es lo deseable, pero si fuera preciso y tenemos problemas en el control de la enfermedad, quizás, las actividades físicas intensas y duradera deberíamos estacionarlas un poco hasta que las aguas vuelvan a su cauce. Esto último no sería nunca deseable y deberíamos encontrar los medios para que sea lo más breve posible e introducir o continuar con el deporte que puede ayudar a encauzar la situación de descontrol. Estar en constante vía de información sobre diabetes, contactar con otros niños con diabetes es una experiencia positiva.
     
  10. La diabetes no desaparece por hacer deporte, pero con un tratamiento ajustado una dieta correcta y unos hábitos de vida saludables nos permitirá llevar una vida normal con diabetes.