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General   Fundación para la Diabetes

Expedición de diabéticos al techo de África: La insulina no es un límite para escalar el Kilimanjaro

  • Un equipo de endocrinos de la Universidad de Granada y diabéticos escalan el monte más alto de África
  • Han medido cómo responde su organismo a situaciones extremas y altitud
  • “Queremos demostrar que la diabetes no es un límite”, aseguran

Arturo Carvajal no se lo pensó cuando la Sociedad Española de Endocrinología le ofreció la oportunidad de ascender al techo de África. Un reto, pensaríamos, asumible para un joven de 29 años acostumbrado a practicar ciclismo, running y senderismo en alta montaña desde 2020. Sin embargo, su particularidad es que padece diabetes de tipo 1 y es dependiente de insulina. “Acepté para demostrarnos que la diabetes no nos puede suponer un límite”, reconoce. Tras cuatro meses de entrenamientos, pruebas y temores, Arturo y una expedición compuesta por sanitarios y endocrinos de la Universidad de Granada, guías locales y otras dos personas diabéticas lograron coronar los 5.895 metros de altitud del Kilimanjaro, en Tanzania.

La iniciativa nació como parte de un estudio que pretende medir cómo responde el organismo de las personas con diabetes de tipo 1 ante situaciones extremas como, en este caso, la fatiga, la falta de oxígeno y el esfuerzo físico en altitud. El deporte conlleva a un descenso de la glucemia en diabéticos que, si no se corrige con la ingesta de hidratos de absorción rápida, puede derivar en sudoraciones, mareos e incluso un cuadro de coma diabético. Durante los siete días que duró la ascensión y posterior descenso, el equipo endocrino midió con sensores y tomó muestras de sangre diarias a diferente altitud y momentos del día a los tres diabéticos que asumieron el reto y los riesgos. “Es imposible predecir si la diabetes te juega una mala pasada”, confiesa Arturo, natural de Huesca. A pesar de estar acostumbrado a la actividad física de intensidad, asegura que le generó “miedo y temor” el desconocimiento de cómo respondería su cuerpo a casi 5.000 metros de altitud. “Es muy fácil confundir el mal de altura con una hipoglucemia, y ese es el principal riesgo al que nos enfrentáramos”.

 


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