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General   Fundación para la Diabetes

Diabulimia

Roque Cardona Hernández Por: Roque Cardona Hernández
Asesor en Diabetes Pediátrica de la Fundación para la Diabetes. Endocrinólogo pediátrico con dedicación preferente a diabetes en el Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona
Fecha:

El término diabulimia hace referencia a un trastorno de la conducta alimentaria que aparece en las personas con diabetes tipo 1. Clínicamente se caracterizan por una conducta alterada frente a la ingesta alimentaria y una distorsión de la imagen corporal y la percepción del peso. No menos importante es la perturbación psico-emocional presente en estos casos que afecta considerablemente la vida de la persona que lo padece. El riesgo de padecer este trastorno es especialmente alto durante la adolescencia, siendo mucho más frecuente en el sexo femenino que en el masculino. 

¿Es frecuente?

Aunque la prevalencia del trastorno es desconocida, en general se estima que hasta un 20-40% de personas jóvenes con diabetes manipulan de forma habitual sus dosis de insulina para ajustar su peso. Puede presentarse tanto en personas con diabetes tipo 1 que son obesas, como en aquellas que presentan un índice de masa corporal normal. El riesgo es significativamente mayor en personas de sexo femenino. La probabilidad de que una chica con diabetes presente algún rasgo de trastorno de conducta alimentaria a lo largo de su vida es de hasta un 60-80% según datos de un estudio. En otro estudio en el que se hizo un seguimiento de jóvenes de sexo femenino afectas de diabetes tipo 1 y que referían el antecedente de haber manipulado sus dosis de insulina durante la adolescencia, se constató que un 32% cumplían criterios de trastorno de conducta alimentaria y que un 59% presentaban rasgos menores de este trastorno después de la adolescencia. 

¿En qué consiste?

En general este trastorno implica un espectro de manifestaciones que van desde rasgos menores y aislados en relación con la ingesta hasta trastornos de conducta grave y bien establecidos tipo anorexia nerviosa, bulimia o trastorno por atracones.

La importancia que tiene diagnosticar estos rasgos de conducta estriba en que las personas con diabetes tipo 1 que los padecen incrementan el riesgo de deficiente control glucémico, aparición prematura de complicaciones de la diabetes e incluso la tasa de mortalidad. La mayor parte de conductas que conducen a la pérdida de peso en las personas con diabetes tipo 1 en las que coexiste este trastorno incluyen la omisión de dosis de insulina, ya sea de acción rápida o prolongada, o la infradosificación de la cantidad de insulina.

En las personas con anorexia nerviosa, como resultado del ayuno extremo al que el cuerpo se somete, pueden presentarse síntomas corporales tales como dolores de cabeza, temperatura corporal disminuida, aumento del vello corporal y menstruación irregular o suprimida. Los síntomas psicológicos pueden incluir depresión, sensaciones de inadecuación, perturbación del sueño y obsesiones. En general, las personas con anorexia nervosa presentan síntomas más pronunciados que las personas con bulimia. No obstante los límites entre las distintas entidades que componen el trastorno de conducta alimentaria a menudo se solapan y en general el trastorno de conducta alimentaria comprende un espectro de síntomas con mayor o menor componente de una u otra entidad. 

¿Por qué existe un riesgo incrementado en la diabetes tipo 1 de presentar este tipo de trastorno?

La atención permanente a la ingesta de hidratos de carbono y el aumento de peso en relación a sobredosificación de insulina y/o presencia frecuente de hipoglucemias, así como otras alteraciones cognitivo-conductuales provocadas por la carga de la diabetes en sí mismo predisponen a padecer este tipo de trastorno en las personas con diabetes tipo 1.

¿Cómo puede diagnosticarse?

En general es difícil diagnosticarlo, pero es necesaria una valoración multidisciplinar donde todos los componentes del equipo de diabetes, y en particular el equipo de salud mental con un psiquiatra/psicólogo a la cabeza, lleven cabo evaluaciones rutinarias para identificar conductas de riesgo y rasgos de trastorno de conducta alimentaria, así como valorar aspectos clínicos que sugieran el cuadro (por ejemplo, ingresos repetidos por cetoacidosis diabética debido a omisión de dosis).

¿Qué ocurre cuando un adolescente con diabetes tipo 1 quiere perder peso?

A menudo muchos jóvenes con diabetes tipo 1 refieren a su equipo de diabetes que quieren perder peso. Este hecho no siempre es malo, ya que un aumento del índice de masa corporal conlleva mayor resistencia a la insulina y distintos estudios lo relacionan con el riesgo de desarrollo de complicaciones vasculares. 

En estos casos es imprescindible una valoración completa por parte del equipo de diabetes para evaluar si realmente el peso y el índice de masa corporal entran dentro de los estándares de normalidad o no y, por tanto, si este deseo de pérdida de peso está justificado desde un punto de vista de salud. También es importante asegurar que la diabetes está bajo control con una hemoglobina glicada en rango objetivo (<7.5% para adolescentes). En caso contrario, es preferible esperar a la normalización del control glucémico. Cuando se cumplan estos supuestos, su equipo de diabetes valorará la mejor estrategia para llevar a cabo una pérdida de peso segura y saludable y que pueda ser sostenible en el tiempo. La estrategia ha de estar sustentada en un ajuste del plan de alimentación, en la práctica de ejercicio físico de forma regular y en el ajuste de la dosis de insulina para que el control metabólico no se deteriore.


1.- Hanas R. Trastornos de la conducta alimentaria. En: Diabetes tipo 1, en niños, adolescentes y adultos jóvenes. Ed Casa del Libro
2.- Pinhas-Hamiel O, Hamiel U, Levy-Shraga Y. Eating disorders in adolescents with type 1 diabetes: challenges in diagnosis and treatment. World J Diabetes 2015: 6: 517. 3.- Colton PA, Olmsted MP, Daneman D et al. Eating disorders in girls and women with type 1 diabetes: a longitudinal study of prevalence, onset, remission, and recurrence. Diabetes Care 2015: 38: 1212–1217.